I Heart Huckabees (Extrañas coincidencias), sicología en tiempos de retail.
A las 8 el desayuno, 30 minutos para almorzar, 8 horas por trabajar, 7 horas de sueño. 1 café a medio día, una manzana a las 5. No olvidar pasear al perro, su comida y su agua. Y todo vuelta a empezar.
Una sábana representa el universo, una roca es custodiada como tesoro de unos ambientalistas, una pareja de autoproclamados “detectives existenciales” corren tras sus pacientes….. son situaciones que convergen en esta película de supuestas coincidencias.
El director David O. Russell nos detalla irónicamente “el mundo feliz “que nos hemos inventado. Un mundo de idolatración de la iconografía gringa, donde a falta de “sentido por la vida”….. buenas son las tortas.
Albert (Jason Schwartzman), un joven activista de una organización ambientalista, se ve enfrentado a las inseguridades y el sinsentido en su vida gatillado por Brad Stand (Jude Law ). Este último es un ejecutivo sin escrúpulos cuyo único interés es seguir trepando en la compañía Huckabees. A su vez Brad tiene como pareja a una hiperventilada Dawn Campbell (Naomi Watts), modelo, que es la cara de Huckabees, quien en su búsqueda de su propia identidad reconoce a los menonitas como su nuevo estilo de vida por lo que es retirada de su trabajo de “rostro publicitario”.
Albert cree en las coincidencias y se obsesiona con reiterados encuentros con un joven africano. Para entender estas coincidencias recurre a Bernard (Dustin Hoffman) que junto a su esposa Vivian (Lily Tomlin), lo ayudan con su terapia existencial de una forma muy particular. Albert, ya en terapia, tiene un “otro” con quien se apoyan en descubrir sus traumas. También conoce a Caterine Vauvan (Isabelle Hupper) quien fue alumna de Bernard y Vivian y aplica sus conocimientos en forma distinta a sus mentores lo que hace patente una disputa entre las distintas “terapias”.
“¿Debo seguir haciendo lo mismo? ¿hay esperanza?”
“Todos esta conectado y todo importa, no tenemos un solo átomo que no haya sido forjado en el horno del Sol”
“El Universo es una esfera infinita, su centro está en todos lados, su circunferencia en ninguno”.
“¿Por qué tener hijos es el logro más importante de la gente exitosa?”
“¿Cómo no soy yo mismo?”
Textos como estos son los que invaden un guión remarcado por la cursilería y el sarcasmo. Apoyado de una cámara objetiva, una música repetitivamente desesperante y plagada de planos medios, I Heart Huckabees es una protesta social al adormecimiento de nuestros sentidos, provocados por una rutina tediosa, donde el “tener” es la consigna de todo ciudadano que busca una identidad en un mundo retail: un mundo basado en los productos en serie. Donde ciudadanos, enfermos ya por sus rutinarias vidas en una acción desesperada buscan pequeños mentores, llámese sicólogos, chamanes, couching que les dan “un camino” de esperanza en que apoyarse.
Me es inevitable recordar otra película que nos muestra este síntoma social: El Club de la Pelea, dirigida por David Fincher con un sólido Edward Norton y Brad Pitt donde el protagonista busca cobijo en sesiones de autoayuda.
Y sin ir más lejos recuerdos mis pasos por sesiones de couching, que me enseñaron entre otras cosas a crear objetivos, alcanzarlos y comprometerme a un costo de romper mis paradigmas, mis creencias y mi vida hasta ese momento. (nada tan terrible después de todo).
¿Por eso me interesó comentar esta película? …mmm …es probable.
Me interesa ver como estas sociedades han ido evolucionando en las comunicaciones, nuestra comprensión de los seres humanos a partir de cómo nos comunicamos, una comprensión que está sujeta en la forma de percibir el entorno y nosotros en él, es como funciona nuestro pensamiento y racionalidad.
Es impresionante la evolución de la forma que nosotros, los humanos, hemos tenido de comunicarnos a través de la historia. En un principio signos, con una vaga intención comunicativa, el humo, el telégrafo etc. Y como cada una de ellas ha transformado en forma importante a cada una de esas personas que las usó en su momento. Por ejemplo, lo impresionante que fue poder comunicarse por teléfono la primera vez que se implantó el sistema, antes de que se masificara. Como dos personas distantes eran capaces de interactuar, de compartir su espacio de mundo, de crear realidades. Pues eso es lo que nos pasa a los humanos en el diario vivir, se crean realidades nuevas a cada minuto de nuestras vidas.
Y es el punto de vista frente a este mundo lo que nos ha marcado por siglos.
La adaptación a cada una de estas “revoluciones” de las comunicaciones es lo que vale la pena destacar, y es adaptación lo que necesitará el hombre frente a esta nueva era de la informática, nuestra concepción de seres humanos frente a un entorno virtual, tendrá que modificarse como lo ha hecho durante la historia humana.
Para Jeffrey Fisher, experto en estudios medievales de Yale University, “el deseo de ser virtual es un deseo religioso de trascendencia”, “ El ciberespacio es el paraíso posmoderno, en el cual olvidamos los males de nuestras vidas pasadas, lo que es posible con la virtualización de nuestros cuerpos”.
Una noción que ha repercutido en nuestra comunicación es la separación entre lo real y irreal, que esta estrechamente ligada a la incorporeidad. Ya que cada vez con mayor frecuencia una parte importante de nuestras vidas transcurre en zonas que pueden ser consideradas “simulaciones”. Por ejemplo hacemos negocios “reales” en mundo “virtuales”.
Según la socióloga Sherry Turkle autora del ensayo “life in the screen” (vida en la pantalla), habrán nuevas formas de referirnos a nuestros cuerpos virtuales. “la práctica de la simulación nos confrontará con un nivel en el cual nuestros cuerpos están en nuestras mentes y nuestras mentes en nuestros cuerpos”, “ y de cómo los pensamientos acerca de nuestros cuerpos construyen nuestra identidad, nuestra sexualidad”.
Paul Virilio arquitecto y filósofo francés va más lejos y reemplaza el concepto de simulación por la suplantación. La realidad virtual ya no es simulación de la realidad, es su suplantación, lo que llama realidad actual. “entramos a un mundo donde ya no hay una sino dos realidades. La realidad se convertido en simétrica. Y el día en que la realidad virtual sea más poderosa que la realidad será el día del gran quiebre. La humanidad nunca ha experimentado un accidente tan extraordinario” .
Virilio frente a la idea de trascendencia o virtualización del cuerpo, no considera que lo que esté en juego sea el cuerpo en sí mismo, sino su entorno y su extensión. “en las tecnologías digitales hay algo divino. La interacción en el ciberespacio es una búsqueda de Dios. De ser Dios. De estar Aquí y allá”.
¿A dónde vamos?. ¿De donde venimos? Estas son algunas de las preguntas que el hombre en toda su historia ha tratado de responderse, y es en este afán de conocer más su entorno, y de sí mismo es que ha llegado a estos niveles tan grandes de creación.
El ser humano incluso en su frustración se ha empecinado en la especialización, el hombre se estructura, focaliza su atención llevado por sus gustos personales, lo que lo llevan de acuerdo a ese contexto a ver el mundo que lo rodea y a interpretarlo. I Heart Huckabees nos muestra esta no adaptación al sistema, esta protesta por como usamos el entorno, como socializamos, como en un mundo cargado de comunicaciones hemos perdido paradójicamente la esencia de comunicarnos. No expresamos, no gesticulamos, no protestamos, no destacamos, no sentimos. Mientras mas inadvertido sea, menos riesgosa es mi existencia.
Mientras menos pienso…más existo.